Cerebro y espiritualidad
Por María Paz López. Extraído de http://www.lavanguardia.com/vida/20120130/54246824652/cientificos-exploran-relacion-cerebro-espiritualidad.html , el 2/agosto/2016.
Cada creyente vive su experiencia religiosa a su manera, y ese
misterio personalísimo de relación con la divinidad permanece, las más
de las veces, incomunicable para terceros, sobre todo si no comparten su
fe. Como tantas actividades humanas, esa emoción acontece en el cerebro,
y cada vez más aunque tímidamente, los científicos investigan qué
ocurre ahí dentro en momentos de honda espiritualidad. Nace así una
nueva disciplina, que los estadounidenses han bautizado como neuroteología, un vocablo que despierta escasas simpatías en Europa.
En España, el libro del biólogo Ramon M. Nogués Dioses, creencias y neuronas
(ed. Fragmenta) intenta poner el tema al alcance del gran público.
Nogués, defensor de este tipo de estudios, no ve sin embargo atinada la
denominación neuroteología. Procedente de las voces griegas theos (Dios) y logos (estudio),
la teología es la disciplina consagrada al estudio de Dios y de sus
atributos y perfecciones. Por tanto, la neuroteología "equivaldría a
investigar si el cerebro capta a Dios, cuando Dios no es captable
–alerta Nogués–. En cambio, la ciencia neurológica sí es competente para
el estudio de la religión, que es una actividad humana, pues su
objetivo es ver qué ocurre en el cerebro en las actividades humanas".
Nogués juzga más acertado hablar de neurorreligión, "una más
de las palabras que han entrado en lo que Francisco Mora llama
neurocultura". Mora, fisiólogo de la Universidad Complutense y autor en
el 2007 del libro Neurocultura, una cultura basada en el cerebro
(ed. Alianza), sostiene que "todas las culturas son un producto del
funcionamiento último de nuestro cerebro y de los códigos que lo
gobiernan", y que "la neurocultura es una reevaluación crítica de las
humanidades desde la perspectiva nueva de la neurociencia", según
explica por correo electrónico desde la Universidad de Iowa (Estados
Unidos), donde se halla como profesor visitante. Brotan así otros
enfoques: neuroética, neuroestética, neuropolítica, neuroeconomía... y
también neurorreligión.
Yendo al meollo, ¿qué pasa en el cerebro de una persona cuando reza o
medita? "Hay una amplia red de estructuras implicadas –responde por
e-mail desde Filadelfia el doctor Andrew Newberg, autor del libro
Principles of Neurotheology, publicado en septiembre en Estados Unidos–.
Están el lóbulo frontal, que nos ayuda a focalizar la mente en la
oración; el sistema límbico, que permite experimentar emociones
poderosas; y los lóbulos parietales, involucrados en nuestro sentido de
nosotros, y en su orientación en el espacio y el tiempo".
Resultado de esa actividad cerebral: "Dependiendo de la experiencia
concreta, esas áreas pueden encenderse o apagarse –aclara Newberg–. Así,
los lóbulos parietales pueden apagarse cuando una persona experimenta
una pérdida del sentido de sí misma, o experimenta un sentido de
unicidad con Dios". Newberg llegó a esas conclusiones tras escanear
cerebros de monjas rezando y de budistas meditando, y tras
investigaciones realizadas años atrás junto al fallecido psiquiatra
estadounidense Eugene D'Aquilli.
Las sustancias químicas explican muchas cosas. "La dopamina está
implicada en lo agradable, y la serotonina inhibe algunas estructuras
del lóbulo temporal –aclara el fisiólogo Francisco J. Rubia, autor de La
conexión divina. La experiencia mística y la neurobiología, editado en
el 2002 por Crítica–. Cuando la serotonina deja de inhibir la dopamina,
se produce una liberación de dopamina, y eso da una sensación de placer y
bienaventuranza".
Más aún, añade Rubia: las experiencias místicas suelen venir por
estrés (ayuno prolongado, privaciones sensoriales, retiro al
desierto...), y el estrés produce una liberación de endorfina, otra
sustancia que contribuye al bienestar. Resultado: esa paz del alma que
experimentan quienes tienen convicciones religiosas profundas y rezan
con devoción. Hay, claro está, vivencias extremas, como las de algunos
grandes personajes de la historia de las religiones, que muchos expertos
vinculan a la epilepsia. Sería el caso de santa Teresa de Jesús, de san
Pablo o de Mahoma.
Para Rubia, ahora profesor del Colegio Libre de Eméritos, la voz
neuroteología no es correcta. "La neurociencia no puede aceptar como
hipótesis la existencia o la no existencia de seres sobrenaturales, al
ser una hipótesis que no se puede comprobar ni falsear –alerta–. La
neuroteología implicaría buscar a Dios en el cerebro, cuando se trata de
buscar la espiritualidad en el cerebro". Francisco Mora, también autor
de El dios de cada uno (ed. Alianza, 2011), señala que en estos
estudios "hay muchos sentimientos encontrados" y concluye: "De lo que
cabe poca duda es de que nos hallamos en esos prolegómenos de la era de
la posreligión, desde donde se avizora que la religiosidad será
concebida con recogimiento, pero con un destierro, posiblemente, de lo
sobrenatural".
También Newberg arguye que la naciente disciplina no debe
considerarse "como una búsqueda de Dios en el cerebro, sino sobre cómo
religión y cerebro interactúan". Según él, el lado neurológico debe
incluir neurociencia, genética, medicina, antropología, psicología y
ciencias sociales; y la parte teológica, espiritualidad, religión,
teología y filosofía. Según los expertos consultados, la gente de fe
suele interpretar esas estructuras cerebrales espirituales como un
resorte colocado ahí por Dios, y los no creyentes tienden a sostener que
la neurobiología explica emociones humanas, entre ellas la religiosa.
Pero no siempre. Dice Mora: "Incluso ha llegado a compartir mi visión de
la religiosidad, la religión y el cerebro un monje benedictino".
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