Ciencias cognitivas: El peso de las razones
Por Mario Gensollen, copiado de lja.mx, el 21-3-18.
Para John Searle, una de las viejas figuras estelares de la filosofía del siglo pasado, la pregunta fundamental de nuestra era intelectual a inicios del siglo veintiuno podía formularse así: ¿cómo dar cuenta de nosotros mismos, como seres conscientes, que poseen una mente, que son libres, racionales, hablantes, sociales y agentes políticos, en un mundo en que la ciencia nos dice que consiste en su totalidad de partículas sin sentido, sin mente, físicas? Es decir, ¿quiénes somos y cómo encajamos dentro del resto del mundo? ¿Cómo se relaciona la realidad humana con el resto de la realidad? Una forma especial de esta pregunta es, ¿qué significa ser humano? La pregunta no es baladí: está, en efecto, en el centro de las más variadas de nuestras empresas cognitivas. Está en el centro de la antropología, la etnografía, la psicología, la sociología y la etología. También tiene vínculos tensos con la biología y las neurociencias. Quizá sean las ciencias cognitivas hoy en día las encargadas de tratar de responder a la pregunta con fineza y precisión.
A la hora de establecer los principales enfoques en la evolución de las ciencias cognitivas se puede señalar el paradigma simbólico del procesamiento de la información, ligado especialmente a la inteligencia artificial clásica; el paradigma de procesamiento de la información en paralelo, llamado también conexionismo; y el enfoque de la cognición situada, corporizada, distribuida y dinámica -en una palabra, contextualizada-, denominada a veces enfoque cognitivo de tercera generación. Este último se considera una alternativa al paradigma simbólico en procesamiento de la información, que Haugeland acuñó en 1985 como “Good Old Fashioned AI” (GOFAI), cuya idea central es la identificación de la cognición con el procesamiento de símbolos que en los humanos tiene lugar en la mente individual. Dentro del enfoque cognitivo de tercera generación encontramos diversas aproximaciones que no necesariamente son incompatibles sino más bien complementarias, lo cual no excluye que pueda haber desacuerdos importantes en algunos puntos. Lo que es común en todas ellas es el cuestionamiento del paradigma simbólico de inspiración cartesiana y un cambio en la unidad de cognición.
Si pensamos cuál podría ser la unidad de cognición en los tres grandes modelos a partir de la revolución cognitiva podemos señalar lo siguiente. Para el paradigma simbólico la unidad de cognición es la mente individual y la cognición consiste en el procesamiento de símbolos. Para el conexionismo la unidad de cognición son las redes neuronales, las cuales procesan la información en paralelo. En el caso de la cognición situada, dado que hay diferentes líneas de investigación, determinar la unidad de cognición es una tarea más compleja, pero si algo podría ser compartido por todas ellas es que la unidad de cognición escapa de los límites de la mente individual limitada al cerebro.
La cognición situada abarca un amplio campo de modelos cuyo denominador común es la oposición al platonismo, al cartesianismo, al individualismo, al representacionismo, e incluso al computacionalismo de la mente. Esto no significa que no pueda caracterizarse de forma positiva como lo hacen Wilson y Clark. Ellos señalan dos dimensiones de la extensión cognitiva: la naturaleza de recursos no neurales que se incorporan en las conductas cognitivas (naturales, tecnológicos y socioculturales); y la durabilidad y plausibilidad del sistema cognitivo para alcanzar los objetivos propuestos. Los recursos naturales son aquellos que contienen recursos del entorno del agente cognitivo y que han sido funcionalmente integrados en su repertorio cognitivo, por ejemplo, el oxígeno, un recurso natural para la respiración. Los recursos tecnológicos están construidos por agentes humanos y abarcan una amplia gama, desde los que se utilizan una sola vez en un momento determinado para resolver un problema puntual, hasta los que forman parte de nuestra vida cotidiana como las prótesis. Los recursos socioculturales se forman cuando en su actividad cognitiva un individuo tiene una dependencia estable con otros individuos y con los productos culturales correspondientes.
La segunda dimensión se refiere a la durabilidad y plausibilidad del sistema cognitivo extendido, fruto de la integración funcional de los recursos naturales, tecnológicos y socioculturales. Es decir, la cognición extendida ocurre cuando los recursos internos y externos confluyen y se integran para que el sistema -el agente biológico más los andamiajes y scaffoldings específicos- sea capaz de acometer nuevas formas inteligentes de resolver problemas.
Entre los modelos que constituyen una alternativa al paradigma simbólico está el de la cognición socialmente distribuida, uno de cuyos referentes ineludibles es Edwin Hutchins, reconocido como uno de sus impulsores. Hutchins ha aplicado este modelo en contextos como la cabina de avión y la sala de máquinas de un barco, quedando plasmado en su obra seminal Cognition in the Wild. De hecho, podemos considerar el modelo de Hutchins como una versión de cognición extendida en la que de forma clara encontramos los dos tipos de recursos que señalan Wilson y Clark (tecnológicos y socioculturales). La idea central de este modelo es que la cognición se produce en un sistema en el que los diversos elementos que la conforman interaccionan.
Es posible que algunos descubrimientos de las ciencias cognitivas pueden tirar por la borda algunos de nuestros mitos y dogmas más arraigados, y desbarrancar algunas de nuestras mayores esperanzas. No obstante, pienso, al igual que Steven Pinker y que Antón Chéjov -el escritor ruso del siglo XIX- que el ser humano se volverá mejor cuando le muestres realmente cómo es.
Por Mario Gensollen
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