Neurociencia y educación

Artículo de Mónica Arrizabalaga, completo aquí.
«El entusiasmo con el que muchos profesores ha acogido la neurociencia junto con la simplificación o mala interpretación de los avances que se han hecho en esta materia han favorecido la aparición y propagación de muchas intervenciones educativas supuestamente basadas en la neurociencia, pero lo cierto es que la neurociencia, a día de hoy, aún no tiene una aplicación directa en las aulas», asegura esta psicóloga que defiende una educación basada en la evidencia. La neurociencia, dice, «puede ayudar a comprender qué procesos mentales están envueltos en el aprendizaje, pero todavía esta rama del saber no puede informar directamente sobre qué intervenciones utilizar en el aula para, por ejemplo, enseñar a leer o hacer operaciones matemáticas».
Las metodologías que se han desarrollado hasta ahora «aparentemente» basadas en la neurología, advierte Ferrero, «o han sido refutadas por la comunidad científica o más bien se basan en los avances hechos por la psicología cognitiva».
Para la profesora del Departamento de Didáctica y Organización Educativa de la Universidad de Barcelona Anna Forés, autora de libros como «Neuromitos en la educación» o «Descubrir la neurodidáctica», «una de las grandes aportaciones de las neurociencias en educación es la mentalidad de crecimiento: aquella que nos permite afrontar mejor los retos al creer que nuestras habilidades personales pueden desarrollarse». Forés asegura que «la mejora siempre es posible» y que «conocer que nuestro cerebro es plástico, que podemos generar nuevas neuronas o que la inteligencia es una capacidad maleable constituye una puerta abierta a la esperanza porque permite desarrollar lo que Carol Dweck llama mentalidad de crecimiento». Forés destaca que hay estudios que demuestran que los alumnos que conocen cómo funciona el cerebro mejoran su rendimiento académico.
«Tenemos una maravillosa capacidad plástica para aprender», subraya esta pedagoga, que insta a «no forzar» porque «todo tiene su momento» y siempre «se abren ventanas de oportunidad para aprender».
Forés recuerda las explicaciones del profesor de neurología de la Escuela Médica de Harvard Álvaro Pascual-Leone (2015) sobre las podas sinápticas que se producen en el cerebro, relacionadas con los periodos sensibles de aprendizaje. «En el sistema nervioso hay una poda programada modificable por experiencias, si uno no tiene una infancia con estímulos adecuados hay una pérdida de la poda y si hay una pérdida de la poda, al final hay una pérdida de las capacidades con el tiempo», pero «tener más conexiones de las que necesitas no es bueno, es ruidoso y costoso para el cerebro», cita esta investigadora en neuroeducación que concluye: «El reto de la educación, al fin y al cabo, es guiar esa poda”.

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